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Crítica de Las Dos muertes de un tirano


Publicamos aquí algunas de las críticas literarias hechas al libro.

Nueva Estafeta

Publicación: 
Nueva Estafeta
Tipo: 
Revista
Autor: 
Santos Alonso
Lugar y fecha: 
Madrid, marzo de 1983

RETRATO PARADIGMÁTICO DE UNA DICTADURA

Cuando son recientes aún algunas novelas sobre la figura del "dictador" en la narrativa española, recuérdense las de Raúl Ruiz y Juan Pedro Aparicio entre otras, y siguen presentes en la mente de todos las obras de Valle Inclán, Asturias, Carpentier, García Márquez, ctc; una nueva orientación en el tratamiento del tema ofrece Juan Pablo Ortega en su punto de arranque y en su desenlace, si bien en su desarrollo se nota un acoplamiento de piezas tomadas de aquí y de allí para conformar un paradigma de dictadura perfectamente conocida por el lector y unas circunstancias históricas y novelescas que deben gran parte de su credibilidad a los autores anotados anteriormente y a las noticias que proporcionan los medios informativos diariamente.

Las dos muertes de un tirano fue galardonada como la novela de mayor interés cinematográfico en el último Premio Planeta. La Editorial Planeta sigue, en medio de polémicas, presentando a los lectores obras de fácil lectura y de atractivo hilo argumental que, se quiera o no reconocer, tal vez fomenten provechosamente la lectura en España. Esta es una de ellas, no inferior seguramente en interés y escritura a la finalista del premio en que participó. Su autor, segoviano de El Espinar, profesor desde hace años en Francia, Estados Unidos y España, no es un escritor nuevo y sus libros de cuentos han merecido algún premio. Como novelista, Juan Pablo Ortega cuenta con otras dos aportaciones: Olimpo, siglo XX y Los marrajos.

La acción se sitúa en un país de Suramérica, en el cono sur del continente. Los nombres de los lugares son irreales pero fácilmente ubicables en la zona. El país lleva ya dos generaciones de dictadores, los generales Dosantos, padre e hijo, cuya llegada al poder se efectuó después de una guerra civil. Las circunstancias que rodean esta dictadura son habituales en todas las dictaduras: el poder está supeditado, por ejemplo, a la influencia directa de la jerarquía eclesiástica -por su parte, actúan los llamados curas subversivos en lucha contra la dictadura, como el Cura Ñuño-; las matanzas y desapariciones son constantes, con tal que vayan en pro del mantenimiento del poder absoluto establecido; las intrigas y acusaciones, las traiciones y los asesinatos mueven la máquina del aparato gubernamental por encima de leyes y derechos básicos; la corrupción propicia el rápido incremento de grandes fortunas, sea mediante la tolerancia económica en beneficio de los bancos de Estados Unidos, sea mediante el clandestino comercio de la droga, etcétera.

A estos elementos de marcado perfil sudamericano, el novelista añade otros de claro origen europeo, recogidos de la historia reciente -así, las tremendas implicaciones en la trama del racismo y las consecuentes represiones contra los judíos, réplica de la actuación nazi en Europa- y otros cuyas fuentes son literarias o cinematográficas -entre otras, la película de Chaplin El Gran Dictador: el motivo de la suplantación del dictador vuelve a repetirse aquí.

Efectivamente, de una suplantación parte la novela. El dictador Tomás Dosantos, herido mortalmente en un atentado, vuelve a la vida, o al menos su cuerpo, gracias al trasplante de cerebro, órgano víctima de la agresión, que los médicos realizan con el cerebro de un escritor, Oscar Nilo, que acaba de quitarse la vida. La personalidad contradictoria del personaje a partir de este hecho, ya que el escritor ha sido anteriormente activo enemigo de la dictadura, es el fundamento y sostén de la narración. El personaje se preguntará reiteradamente quién de los dos domina sus actos, Dosantos o Nilo. En ocasiones obrará como el dictador, pero la mayoría será el escritor el que aflorará en su psicología y en sus sentimientos -no en vano es suyo el cerebro- y le obligará a decisiones trascendentales para su vida; por ejemplo, el rechazo a la madre del dictador, el divorcio de su mujer dada su condición de homosexual, las reacciones humanitarias contra la violencia, su propia delación pública de homosexual ante la aparición en palacio como camarero de su antiguo amante y fundamentalmente su actuación en la hora crítica de su trágico final.

Juan Pablo Ortega ha realizado un retrato paradigmático de una dictadura, no de un dictador, uniendo los materiales, a veces tópicos, proporcionados por diversas fuentes, pero el dictador suplantador no es más que un personaje de paja desde el punto de vista novelesco: carece de fuerza argumental; y es manejado a placer por unos y por otros sin que su anterior oposición a la dictadura haga nada por remediarlo; alrededor suyo hay quizá demasiado melodrama, demasiado tinte efectista (el suicidio de Nilo, sin ir más lejos, es por abandono del amante). No es capaz de hacer nada, siendo el dueño absoluto del país, por proteger a su mujer, aunque lo desea con todas sus fuerzas, o a sí mismo, y, sin embargo, saca fuerza y coraje de flaqueza cuando los hechos atañen a su pasión por Toño, su enamorado, y es entonces cuando el personaje adquiere notas intensas en su carácter. Es más, su postura indecisa, salvo el momento anterior y en un consejo de ministros, y su falta de fuerza le mantendrían absolutamente oscuro si no fuera porque es él mismo quien nos está narrando la historia en primera persona.

En forma de diario, desde un 20 de agosto a un 2 de octubre, después de la operación médica, el protagonista va relatando los acontecimientos, interferidos por recuerdos del pasado, de su niñez y de su época de escritor. Es curioso el paralelismo de los lugares visitados y los libros escritos por Oscar Nilo y Juan Pablo Ortega. Sólo al final, y como recurso cervantino suficientemente conocido y utilizado, otro personaje, su ayuda do cámara Jacinto, confesará que encontró los papeles escritos por el señor, el guía o el benéfico Tomás Dosantos, suplantado por el escritor Oscar Nilo, y concluirá la historia de su segunda muerte.

Con todo, Las dos muertes de un tirano, como ya dije al principio, es una novela correctamente escrita y de ágil lectura, dotada de un atractivo y entretenido argumento, que, teniendo en cuenta la difusión cuidada por la editorial que la edita, contribuirá al fomento de la lectura, lo cual justifica en parte las reservas que anteriormente le ponía. No busque el lector aspectos de renovación narrativa o valores literarios ajenos a los que de una forma u otra contribuyan a su difusión entro los lectores que prioritariamente leen por expansión y entretenimiento. Todos somos conscientes de qué tipo de novelas, salvo excepciones de notable recuerdo, suele galardonar el Planeta.

Santos Alonso


Medicina Integral

Publicación: 
Medicina Integral
Tipo: 
Revista
Autor: 
Redacción
Lugar y fecha: 
Madrid, enero de 1983

En la concesión del último Premio Planeta, José Manuel Lara manifestó que "ojalá dos de los cuatro finalistas se hubieran presentado a la convocatoria siguiente. Seguro que hubieran logrado pasar a la última votación". Las Dos muertes de un tirano es una de las obras finalistas excluidas, que obtuvo el galardón al trabajo de mayor interés cinematográfico. No es la primera vez ni será la última que se escribe acerca de un trasplante de cerebro. Pero, sin duda, esta novela de Juan Pablo Ortega presenta un interés evidente. Algo que interesa al lector desde su primera página: el cerebro de un escritor fracasado, resistente político, homosexual y suicida es trasplantado al cuerpo del dictador de su propio país. La lucha entre una mente y un cuerpo que nacieron enfrentados es desgranada con inteligencia, con sensibilidad, a lo largo de esta novela. Sin dejar de lado los temas políticos que si bien están centrados en una incierta república latinoamericana, hacen también alusión a nuestro pasado más reciente. Una obra que muestra a un novelista ya maduro.

(Redacción)


Actualizada el 3 09 2008