Crítica a Cuentos de morir
Publicamos aquí sólo un par de las críticas literarias hechas al libro.
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- Publicación:
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- Tipo:
- Diario
- Autor:
- Carmen Llorca
- Lugar y fecha:
- Madrid, 15 de septiembre de 1969
- Publicación:
- Ínsula
- Tipo:
- Revista
- Sección:
- Narrativa
- Autor:
- Ramón Barce
- Lugar y fecha:
- Madrid, enero de 1970
El título de esta colección de breves narraciones podría parecer macabro y, efectivamente, lo es.
Pero no lo es el contenido. Diría que, en algunos casos, es alegre, divertido y hasta burlón. El enfrentamiento de los personajes de Pablo Ortega con la muerte casi nunca es dramático y no ven en ella algo que hay que temer y por tanto esquivar hasta, retrasarla lo más posible. Al contrario, caminan hacia ella, como, si vieran en la misma una liberación, una solución al desencanto de su vida. Porque los héroes de Juan Pablo Ortega son sencillos, humildes, tiernos --hasta los que ejercen los mas penosos menesteres--, tímidos. Los hay también poderosos -como en el primer cuento, el del Papa-, pero todos ellos son juguetes del sarcasmo de la vida, que los coge siempre desprevenidos en el último momento: el de la muerte.
Naturalmente, en una colección de quince cuentos los hay de valor muy desigual en cuanto al acierto de composición en el relato y a la intención que el autor se propone, pero en todos ellos campea el estilo fluido, sintetizador, con matices impresionistas que dejan claramente marcado el recuerdo de estas lecturas.
Juan Pablo Ortega ha obtenido este año el premio Doncel de cuento infantil por El zapatero y el bailarín. Parece difícil imaginar al autor de uno de los cuentos que reseñamos, el titulado "Camino de vuelta", como creador de cuentos infantiles. Sin embargo, la fantasía y la diversidad de temas con que se enfrenta Pablo Ortega permiten esperar aún mayor amplitud y dominio en sus producciones.
Carmen Llorca
Ínsula
Hace años que Juan Pablo Ortega no daba a la luz un nuevo libro, aunque aparecieran en revistas y periódicos algunos relatos suyos. El volumen ahora publicado en Nueva York reúne catorce narraciones cuya temática gira en torno a la muerte física, psíquica o moral sufrida o "vivida" por personajes muy diversos, un poco a la manera-como el mismo autor señala-de las antiguas "Danzas de la muerte". Esta temática presenta dos extremos: de un lado, la sátira aguda de la sublimación de las cosas terráqueas (en "Vía Láctea a mano derecha", uno de los mejores cuentos del libro); de otro, la valoración de la pura existencia y de sus momentos más tensos y completos (por ejemplo en el bellísimo relato "Cuando al viejo Saulo le llamó la tierra", donde el protagonista, al que "se le va el tiempo en vivir", representa, con su misma sencillez, el sentido más profundo de la vida). Dramatismo y sátira se unen en "Cuentos de morir", pero con un tacto extraordinario y una cuidadosa discriminación ética: lo dramático-incluso lo trágico-aparece cuando la muerte (interior o exterior) irrumpe para cortar una vida o un período vital, en tanto que la sátira queda reservada para las superestructuras inconscientes, para los dogmatismos ciegos, para las actitudes tercamente rutinarias e incomprensivas.
La galería de personajes de estos cuentos es muy rica y variada: existencias gastadas, como la de don Bruno o Andrés Vega, que no saben sobrevivirse; rígidas estantiguas, como fray Jacinto o doña Milagros, incapaces de flexibilidad; figuras de sabiduría, como el viejo Saulo, o melancólicos vencidos, como el protagonista de "Antes de alejarse". Todos viven, por una parte, presos de la realidad más absoluta y cruda, de los sucesos más estrictamente cotidianos; y por otra, nimbados de sueños y de ensueños freudianos que duplican sus vivencias y las amplían prodigiosamente en las situaciones límite. Pero, nunca prolijo, Juan Pablo Ortega no se deja arrastrar ni por el detallismo realista ni por la expansión surrealista: ambos mundos están expresados con un justo equilibrio en el que nada sobra ni falta. La narración es tan directa, escueta y aguda que no se percibe siquiera la mano diestra del autor, y la lectura resulta apasionante y sin obstáculos.
El lenguaje de Juan Pablo Ortega, como señala en su prólogo Emilio González López, tiene la virtud de la naturalidad y la fluidez. Pero también la de la notación precisa del habla cotidiana, del diálogo rápido y cortado. Y sabe ser, cuando es necesario, un lenguaje de gran altura poética, transparente y coloreado, emotivo y hondo. La sensibilidad del autor le permite el paso inmediato de la sátira a la ternura, del dramatismo a la ironía, del gran rasgo al detalle mínimo; todo ello a través de un estilo extraordinariamente ameno y flexible. En "Cuentos para morir", Juan Pablo Ortega muestra sus grandes cualidades de narrador.
Ramón Barce