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Crítica sobre El largo combate de un viejo laicista.


Publicamos aquí algunas de las críticas literarias hechas al libro.

El País

Publicación: 
El País
Tipo: 
Diario
Sección: 
Babelia
Autor: 
Fernando Savater
Lugar y fecha: 
Madrid, 3 de diciembre de 2005

Un ilustrado militante

Ahora que los sectores conservadores invocan conceptos de libertad de enseñanza, que prohibieron y cercenaron en otras épocas, conviene resaltar trayectorias como la del pedagogo Juan Pablo Ortega, que defendió una educación laica y progresista.

Photo: Fernando Savater.Cuando se debate en nuestro país sobre la laicidad en la escuela, sobre el estatuto académico de la asignatura de religión, sobre la conveniencia y el perfil de una asignatura de educación cívica, etcétera, casi siempre como es lógico se mira hacia el futuro y sólo muy ocasionalmente se lanza una ojeada hacia nuestro pasado. Desde luego creo que así debe ser y nadie simpatiza menos que yo con los maniáticos de caminar hacia delante con el rostro vuelto para atrás: siempre los encuentro mucho menos salados que la mujer de Lot.

Pero precisamente en el terreno de la educación, entendida en el sentido formativo y cívico de la palabra, un poquito de memoria puede en ocasiones venir bien: no para justificar ni planear lo que queremos llegar a ser, que otras razones de peso hay para sustentarlo, sino para desactivar las diatribas que llegan contra los cambios desde rincones y cuevas que emplean hoy desvergonzadamente los razonamientos liberales y aún libertarios, cuyo ejercicio impidieron con todas sus fuerzas en el ayer dictatorial. Es a medias ultrajante y a medias risible que flameen ahora la bandera de la libertad de enseñanza y aboguen por el derecho irrestricto de los padres a elegir el formato moral de educación para sus hijos precisamente los representantes del mismo tipo de escuela clerical que durante toda la dictadura franquista medró gracias a que no existían ni tal libertad ni tal derecho. Conviene de vez en cuando, por tanto, conocer el decurso biográfico y académico de los pocos que en circunstancias tan adversas intentaron precisamente abrir camino a las oportunidades de que hoy disfrutamos, padeciendo por ello, mientras algunos -los mismos más o menos que antaño- siguen intentando cortocircuitarlas.

Uno de esos luchadores de la tan prolongada batalla es precisamente Juan Pablo Ortega. Durante toda su felizmente larga vida defendió cuanto era posible una actitud realmente ilustrada, como educador y como ciudadano: propugnó el laicismo sin intransigencia en las aulas, el progresismo sin purgas ni truculencias en la política, la apertura sin estridencias a la diversidad erótica con que los humanos damos cauce legítimo a nuestras necesidades afectivas. Desde luego no le fue fácil ni cómodo, como cualquiera con algo de memoria realista puede suponer.

Ahora, con la madurez que sigue vigilante y fecunda de sus ochenta primeros años, reúne en este libro lo más notable de su experiencia y de sus lecciones, recuerdos, comentarios, artículos de prensa, charlas y hasta cartas al director enviadas a algunos diarios, en los que reflexiona sobre cuestiones de actualidad pero sin dejar nunca de relacionarlas con necesarios principios de juicio recto. Se apoya para ello, aparte de en su excelente fondo cultural, en las numerosas peripecias vividas durante su trayectoria como profesor de enseñanza media en España y también en sus estancias en países extranjeros. Y siempre logra -incluso a través de lógicas y necesarias discrepancias- suscitar en los lectores la reflexión y sobre todo la ilusión de esforzarse por mejorar sin refugiarse en la comodidad nihilista del resentimiento. Lo dicho: un verdadero ilustrado y también un provechoso ejemplo.

Fernando Savater


Tribuna

Publicación: 
La Razón
Tipo: 
Diario
Sección: 
Tribuna
Autor: 
Juana Salabert
Lugar y fecha: 
Madrid, 7 de diciembre de 2005

EL LOBO LAICO

Escuché días atrás al escritor y profesor Juan Pablo Ortega, durante la multitudinaria presentación en el Ateneo madrileño de su libro "El largo combate de un viejo laicista", prologado por Fernando Savater y Victorino Mayoral (Biblioteca Nueva), defender con emoción y coraje el pensamiento laico e ilustrado. Presidente honorífico de la "Liga Española de Educación", Ortega defiende a sus ochenta y un elegantísimos años los valores universales y democráticos de una educación en libertad para "todos", no regida por credo religioso alguno. Somos muchos quienes como él, que fue profesor en España, Francia y EE UU, pensamos que un "maestro", en el más hondo sentido del termino, es alguien que aprende, curioso, a la vez que enseña sin adoctrinar. Muchos de los que defendemos la no reanudación del concordato en la España del siglo XXI, no sólo por convicción constitucionalista (se "supone" que somos un Estado aconfesional).

También porque aspiramos a valores comunes frente al falaz "multiculturalismo", que no es sino hipócrita dejación institucional y peligrosa semilla del "todos contra todos". Ese "multiculturalismo", disfrazado de "libertad religiosa", permite en USA que en muchas escuelas del "creacionismo" se afirme que Danvin era un "mentiroso" y que en la Inglaterra sacudida por los últimos atentados se acceda a que el velo "islámico", que convierte a las mujeres en "no ciudadanas", impida acceder a miles de muchachas a materias como las ciencias naturales, o la gimnasia. Quienes defendemos el laicismo no lo hacemos, según pregonan ciertos voceros histéricos del catolicismo más filofranquista, contra la espiritualidad de nadie.

Precisamente porque admiro muchos valores del cristianismo originario, traicionado por la inquisición y hoy por quiénes, frente al sida, condenan el uso preventivo de los condones en sociedades de analfabetismo endémicos, lucho por la educación laica. Y afirmo que los defensores del modelo laicista no somos ningún "lobo feroz" para nadie, salvo para quienes pretenden mantener privilegios antañones a costa del erario público. Nada tengo en contra de la enseñanza de las religiones si de por medio no hay apología de éstas en los pupitres pagados por "todos". Conocer las claves culturales y sociológicas del cristianismo, el judaísmo, el budismo o el islamismo nos ayuda a interpretar sociedades, monumentos y textos. Algunos colegios, inspirados por el liberalismo de la "Institución Libre de Enseñanza", así han explicado "las" religiones en sus aulas.

Pero la "catequización" del alumnado con fondos públicos (los llamados colegios concertados), es muy distinta. Me disgusta que con mis impuestos se subvencione centros confesionales, y se pague a profesores de "religión" (curas, imanes, pastores, rabinos, etc.) en aulas públicas o concertadas. Estos han de impartir sus enseñanzas en parroquias, mezquitas, templos o sinagogas y en centros privados sin ayudas estatales, no en las aulas pagadas por todos, creyentes y no creyentes.

Juana Salabert


NorteCastilla.es

Publicación: 
NorteCastilla.es
Tipo: 
Diario digital
Autor: 
José A. Gómez Municio
Lugar y fecha: 
5 de diciembre de 2005

CHAPEAU, MAESTRO

EL salón de actos del Ateneo de Madrid es un espacio donde casi se puede oler la historia, compleja y llena de altibajos, de la cultura y la tolerancia en España. A pocos metros de los retratos de algunos de sus miembros más reputados, y con los que se podría contar una historia de los agitados siglos XIX y XX (de Larra a Buñuel, pasando por Cánovas, Alcalá Galiano o Azaña, que salió de su despacho de director, conservado aún tal y como lo dejó, para convertirse en Presidente de la República), su techo es una alegoría del conocimiento humano y de la tolerancia entre civilizaciones. El Ateneo es y ha sido siempre, salvo en su penosa etapa tras la guerra, machacado por los franquistas, un espacio de diálogo donde las corrientes de pensamiento de nuestra historia se encontraban de la mano de sus representantes más conspicuos. Con sus avatares históricos incluidos, el Ateneo es un venerable símbolo de la España de las ideas.

En ese espacio lleno de significaciones tuvo lugar esta semana la presentación del último libro de un segoviano ilustre, Juan Pablo Ortega, 'El largo combate de un viejo laicista'. Lejos de quedarse en una presentación al uso, el acto se convirtió en un homenaje que representantes de distintas generaciones tributaban a un hombre íntegro en todos los sentidos de la palabra, a un luchador por las libertades al que no le hace falta ponerse la Constitución en el pecho ni blandiría contra otros, porque su propia biografía indica que se la ha jugado personalmente por todo lo que ese texto representa.

En ese marco histórico se evocó la edición de Segovia de EL NORTE DE CASTILLA (el sur de EL NORTE, como lo llama brillantemente Juan Pablo Ortega) como el espacio acogedor y plural en el que vieron la luz una buena parte de los artículos que ahora forman parte del libro, editado por la histórica editorial Biblioteca Nueva. Como dice Fernando Savater en el prólogo a esta edición, donde describe la vida de nuestro paisano como "biografía ejemplar", los textos de este libro son "la crónica de una larga e imprescindible resistencia democrática", Y así fueron glosados por los participantes en este acto, en el que se repitieron muchas veces, y siempre con sentido, las palabras troncales del pensamiento de Ortega, que son las palabras troncales del pensamiento regenerador español: educación, respeto, libertad, tolerancia.

Fue un reconocimiento, mínimo en relación con su entrega, pero grande por la sinceridad de los que allí estuvieron, a una vida marcada por un compromiso que ha hecho del autor algo más importante que ese viejo laicista que describe el título. Hace poco, en uno de sus extraordinarios reportajes sobre la historia de la ciudad, aquel en que glosaba junto a tremendas fotografías, la gris Segovia de los tiempos duros y mezquinos de la Dictadura, Carlos Alvaro recordaba la figura de Juan Pablo Ortega y sus intentos por mantener viva la libertad de pensamiento y de palabra, en medio de la nada. Sus peripecias, con las historias de aquellos que también lucharon por mantener el pensamiento crístico (el libro se abre, por ejemplo, con un artículo excelente dedicado a Antonio Lucio) son narradas, junto a otros muchos temas, en esta obra. Por eso el acto fue también un homenaje en la persona de Ortega a una generación necesaria, que mantuvo viva en la penumbra la llama de la esperanza, del sueño, del conocimiento, de la promesa.

Recuerda Savater que sería muy útil "a los obispos" y a quienes hoy con ligereza se proclaman "perseguidos" que repasaran la vida de Juan Pablo Ortega, un ejemplo de aquéllos que fueron auténticamente acosados durante cuarenta años, y que ahora en lugar de hacerse las víctimas o de reclamar su propiedad sobre la democracia, que (él sí) luchó por crear, sigue contribuyendo a la convivencia y a la tolerancia en lugar de apostar por la crispación y el odio. En resumen, quedó claro en este acto que Ortega es un hombre necesario, de los que hacen país. Se lo diremos en francés, la lengua del país que celebra este año el cien aniversario de la separación entre Iglesia y Estado, y usando esa palabra tan querida e importante que define su magisterio en las aulas y en la vida: Chapeau, maestro.

José A. Gómez Municio


Actualizada el 3 09 2008